Runaway world: Tradition, Anthony Giddens, 1999, conferencia para
el BBC World Service.
En España, el
programa de investigación de la “invención de la tradición fue seguido por Jon
Juaristi en El linaje de Aitor. La invención de la tradición vasca. Madrid: Taurus
Ediciones. 1987.
También se han
hecho estudios sobre como los viajeros extranjeros del siglo XIX en España,
recopilando rasgos del folklore andaluz, destilaron una mezcla como lo
genuinamente andaluz, mezcla que posteriormente se extendió por toda Andalucía.
Se puede ver en Félix de Azúa, El aprendizaje de la decepción.
Barcelona: Anagrama. 1997.
Fragmento
de la versión castellana de La internacional:
Por tanto, no existe tal
cosa como una tradición completamente pura. Como todas las otras
religiones mundiales, el islam se nutre de una sorprendente variedad de
recursos culturales, de otras tradiciones.
Es erróneo suponer que para
que un conjunto de símbolos o práticas sea tradicional ha de haber existido
durante siglos. La resistencia en el tiempo no es el rasgo clave de la
tradición, ni de su pariente próximo, la costumbre (Shils, que maneja otro
concepto de tradición, ha propuesto que sea un rasgo cultural sea considerado
tradición cuando haya pasado por tres generaciones como mínimo). Las
características distintivas de la tradición son el ritual y la repetición. Las
tradiciones son siempre propiedades de grupos, comunidades o colectividades.
Los individuos pueden seguir tradiciones y costumbres, pero las tradiciones no
son una cualidad del comportamiento individual de la misma forma que los son
los hábitos.
Lo que es distintivo acerca
de una tradición es que define un tipo de verdad. Alguien que sigue una
práctica tradicional, no se hace preguntas acerca de las alternativas. Por
mucho que cambie, la tradición proporciona un marco para la acción que puede
permanecer en gran medida incuestionable.
Las tradiciones normalmente
tienen guardianes: sabios, eruditos, sacerdotes, etc.
Los guardianes no son lo
mismo que los expertos. Pueden derivar su posición y poder del hecho de que
sólo ellos son capaces de interpretar la verdad del ritual de la tradición, de
manera muy parecida a como hace la
Iglesia Católica. Sólo ellos pueden descifrar los significados reales de los
textos sagrados o de otros símbolos implicados en los rituales comunitarios.
La Ilustración se empeñó en
destruir la autoridad de la tradición, pero sólo tuvo un éxito parcial. Las
tradiciones permanecieron fuertes durante un largo período de tiempo en la
mayor parte de la Europa moderna y
incluso quedaron firmemente adheridas por todo el resto del mundo.
Muchos tradiciones fueron reinventadas y otras fueron instituidas de nuevo.
Hubo un intento concertado por parte de algunos sectores de la sociedad para
proteger o adaptar las viejas tradiciones. Después de todo, esto es básicamente
lo que las filosofías conservadoras han propugnado. La tradición es quizá el concepto
más básico del conservadurismo, ya que los conservadores creen que la tradición
es ante todo sabiduría acumulada. Desprecian los proyectos racionalistas como
el de Descartes que intentan empezarlo todo con un diseño.
Para Burke, por ejemplo, en
el contexto de la Revolución Francesa:
Un hombre que se atreva a
demoler un edificio que ha respondido en todas las formas posibles y durante
siglos a los propósitos comunes de la sociedad debe hacerlo con una precaución
y una cautela infinitas.
La sociedad es como una
casa grande en la que se ha de vivir mientras se intentan las reformas. La
tradición consiste en construir sobre la base de la sabiduría de las
generaciones pasadas.
Además de la influencia de
los propios tradicionalistas. Otra razón para la persistencia de la tradición
en los países industriales es que los cambios institucionales señalados por la
modernidad estuvieron confinados principalmente a las instituciones públicas:
especialmente el estado y la economía. Las formas tradicionales de hacer las
cosas tendieron a persistir o a reestablecerse en muchas otras áreas de la
vida, incluyendo la vida cotidiana. Uno podría incluso decir que se produjo una
simbiosis entre la modernidad y la tradición. En la mayoría de los países, por
ejemplo, la familia, la sexualidad, y las divisiones entre los sexos
permanecieron fuertemente determinadas por la tradición y la costumbre.
Hoy sin embargo, dos
cambios básicos están ocurriendo bajo el impacto de la globalización. En los
países occidentales, no solamente las instituciones públicas sino la vida
cotidiana se está distanciando del peso de la tradición. Y otras sociedades a
través del mundo que han permanecido más tradicionales están en proceso de
destradicionalización.
El fin de la tradición no
significa que la tradición desaparezca, como querían los pensadores de la
Ilustración. Por el contrario y en formas diferentes, continua floreciendo por
todos los sitios. Pero cada vez se vive menos la tradición de una manera
tradicional. La manera tradicional significa defender las actividades
tradicionales a través de su propio ritual y simbolismo, es decir defendiendo
la tradición por sus propios pretensiones de verdad.
Algunas tradiciones, sin
embargo, sucumben a la modernidad. La tradición que es vaciado de su contenido,
y comercializada, se convierte en kitsch. Desconectadas de la vida cotidiana,
mueren.
“En mi opinión, es
enteramente racional aceptar que las tradiciones se necesitan en una sociedad.
No deberíamos aceptar la idea de la Ilustración de que deberíamos
desembarazarnos completamente de la tradición. Las tradiciones se necesitan y
persistirán siempre porque proporcionan continuidad y forma a la vida. Por
ejemplo en la vida académica, todo mundo trabajaba dentro de ciertas
tradiciones. La razón es que nadie podría trabajar de una manera totalmente
ecléctica. Sin tradiciones intelectuales, las ideas no tienen foco ni
dirección.”
“Sin embargo es parte de la
vida académica continuamente explorar los límites de tales tradiciones, y
fomentar un intercambio activo entre ellas. La tradición puede perfectamente
ser defendida de una manera no tradicional y ese debería ser su futuro. El
ritual, el ceremonial y la repetición tienen un papel social importante, algo
que entienden y sobre lo que actúan la mayoría de las organizaciones,
incluyendo los gobiernos. Las tradiciones continuarán siendo sostenidas en la
medida en que puedan justificarse efectivamente, no en términos de sus propios
rituales internos, sino comparadas con otras tradiciones o formas de hacer las
cosas.”
Esto es cierto incluso para
las tradiciones religiosas. La religión está normalmente asociada con la idea
de fe, que es algo así como un salto emocional hacia la creencia. Sin embargo
en un mundo cosmopolita, la gente está regularmente en contacto con otros que
piensan de manera diferente a ellos, a diferencia de lo que ocurría antes. Se
les pide, se nos pide, que justifiquemos nuestras creencias, por lo menos de
manera implícita, tanto ante nosotros mismos como ante los demás. Es inevitable que haya una gran dosis de
racionalidad en la subsistencia de rituales religiosos en una sociedad
postradicional.
A medida que la tradición
cambia su papel, sin embargo, aparecen nuevas dinámicas en nuestras vidas.
Pueden resolverse como un tira y afloja entre la autonomía de acción por una
parte y la compulsividad por otra. También entre el cosmopolitismo de un lado y
el fundamentalismo del otro. Donde la tradición se ha retirado estamos
forzados a vivir en un mundo más abierto y más reflexivo. La autonomía y la
libertad pueden reemplazar el poder oculto de la tradición con más discusión y
más diálogo. Pero estas libertades traen otros problemas. Una sociedad que vive
al otro lado de la naturaleza y de la tradición, es una sociedad que necesita
tomar decisiones, en la vida cotidiana y en todo lo demás. La cara oculta de
la toma de decisiones es el aumento de las adicciones y compulsiones. Estas
actividades, y otras partes de la vida también, están mucho menos estructuradas
por la tradición y la costumbre de lo que estuvieron.
Como la tradición, la
adicción tiene que ver con la influencia del pasado sobre el presente; y de la
misma manera que la tradición, la repetición proporciona un papel clave. El
pasado en cuestión es individual antes que colectivo, y la repetición está
proporcionada por la ansiedad. Ha de entenderse la adicción como una autonomía
congelada. Todo contexto de destradicionalización ofrece la posibilidad de una
mayor libertad de acción de lo que existía. Estamos hablando aquí acerca de la
emancipación humana de los constreñimientos del pasado. La adicción entra en
juego cuando la elección, quien debería ser controlada por la autonomía, es
subvertida por la ansiedad. En la tradición, el pasado estructura el presente a
través de las creencias colectivas y los sentimientos compartidos. El adicto
también está atrapado por su pasado, pero porque no puede liberarse de hábitos
de vida libremente elegidos en un principio.
A medida que la influencia
de la tradición y la costumbre menguan a escala mundial la base de nuestra
autoidentidad cambia. En situaciones más tradicionales, un sentido de la
identidad se sostiene principalmente a través de la estabilidad de las
posiciones sociales de los individuos dentro de la comunidad. Donde la
tradición falla, y prevalece la elección de los estilos de vida, la identidad
ha de ser creada y recreada de manera más activa que antes. Esto explica
por qué la terapia y la ayuda de todos tipos se ha hecho tan popular en los
países occidentales.
Cuando inició la psicoterapia
moderna, Freud pensó que estaba estableciendo un tratamiento científico para la
neurosis. Pero lo que él estaba en efecto haciendo era construyendo un método
para la renovación de la auto identidad en las primeras etapas de una cultura
postradicional.
Después de todo, lo que ocurre en psicoterapia es que el individuo revisa su pasado para crear más autonomía para el futuro. Lo mismo es cierto de los grupos de autoayuda que se han hecho tan comunes en las sociedades occidentales. En las reuniones de alcohólicos anónimos, por ejemplo, los individuos narran sus vidas y reciben apoyo de otros presentes cuando afirman su deseo de cambio. Se recuperan de su adicción esencialmente reescribiendo su biografía.
Para quien le interese este
argumento, se encuentra mucho más desarrollado en Modernidad e identidad del
yo, Península, 1997
2) La lucha entre la
adicción y la autonomía es uno de los polos de la globalización. El otro es el
choque entre un la actitud cosmopolita y otra fundamentalista. Uno pudiera
pensar que el fundamentalismo ha existido siempre, pero la verdad es que ha
crecido en respuesta a las influencias globalizadoras. El término
fundamentalistmo data del principio de siglo, cuando se utilizaba para
referirse a las creencias de algunas sectas protestantes en Estados Unidos,
particularmente las que rechazaban a Darwin. Hasta mediados de los años
cincuenta no había una entrada en ningún diccionario recogida que recogiera el
término fundamentalismo. Es una palabra común desde hace solamente dos décadas.
Fundamentalismo no es lo
mismo que fanatismo o autoritarismo. Los fundamentalistas abogan por un retorno
a las escrituras o a los textos, que se supone que deben ser leídos de manera
literal, y proponen que las doctrinas derivadas de tal lectura sean aplicadas a
los social, a lo económico, o a lo político. El fundamentalismo proporciona
nueva vitalidad e importancia a los guardianes de la tradición puesto que
solamente ellos tienen acceso al significado exacto de los textos. El clero u
otros intérpretes privilegiados obtienen poder religioso y secular. Pueden
aspirar a obtener las riendas del gobierno directamente, como ocurrió en Irán,
o trabajar en conjunción con movimientos políticos.
El fundamentalismo es una
palabra controvertida, porque muchos de los que son llamados fundamentalistas
no aceptan el término. El fundamentalismo es básicamente una tradición
asediada. Es la tradición defendida a la manera tradicional, por referencia a
la verdad intelectual, en un mundo globalizador que pide razones. Cuando
hablamos de fundamentalismo, por tanto, no hacemos referencia a las creencias,
religiosas o de otro tipo. Lo que importa es como se defienden las creencias.
El fundamentalismo por tanto no depende de lo que la gente cree
sino, como la tradición más generalmente, acerca de por qué lo creen y como lo
justifican. No se encuentra confinado a la religión. Los guardias rojos chinos,
con sus devoción al Libro Rojo de Mao, eran fundamentalistas. Tampoco es
esencialmente el fundamentalismo una resistencia de las culturas tradicionales
a la occidentalización. El fundamentalismo puede desarrollarse en el terreno
de las tradiciones de todos tipos. No tolera la ambigüedad, la
interpretación múltiple o la identidad múltiple. Es una renuncia al diálogo.
El fundamentalismo es un
hijo (no querido) de la globalización, a la cual responde y utiliza.
El fundamentalismo como
movimiento religioso nace en Estados Unidos en la década de los diez del siglo
XX, como respuesta y rechazo a la aceptación por parte de las partes más
liberales del protestantismo de la teoría de la evolución de Darwin.
Este mismo argumento, con mucho mayor detalle y nivel de abstracción
se encuentra en
Anthony Giddens, "Vivir en una sociedad
postradicional", en: Beck / Giddens / Lash (eds.), Modernización
reflexiva. Política, tradición y estética en el orden social moderno. Madrid:
Alianza 1997.
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Para concluir, siguiendo
los paradigmas liberales de la historia, el ámbito de la tradición (en el cual
la legitimidad se deriva de lo anterior) debería estar de retirada en todas
partes con el avance de lo racional, las actitudes que todo lo calcular y las
formas de organización burocráticas, como parte de lo que Weber llamó el desencantamiento
del mundo.
Pero hemos visto como este
paradigma “modernizador” ha sido puesto en cuestión por la aparición en masa de
tradiciones en las sociedades que pretendían ser las más modernas, justo en
momentos de gran anomía social, estableciendo nuevas pautas y nuevas normas
colectivas.
Empezando en los años 70, los fundadores de la sociología clásica
empezaron a ser criticados por hacer suposiciones demasiado crudas e ingenuas
sobre la distinción entre la noción de tradición y la noción de modernidad.
Sociólogos como Edward Shils y su discípulo S. N. Eisenstadt, e historiadores
como Eric Hobsbawm y Terence Ranger, buscaron un conocimiento más profundo de
los procesos históricos haciendo preguntas sobre cómo el cambio social ejerce
influencia en grupos de ideas y prácticas y por qué unos elementos cambian y
otros persisten.